sábado, 16 de abril de 2016

Autoridad Real // Marcos 11:27-33

En mi primer semestre en la universidad de Marist, hablé con algunos de mis estudiantes que iban muy mal en mi clase de desarrollo de software. En algún momento les dije que si no mejoraban sus hábitos de estudio, sería mejor que cambiaran de especialidad. Unas horas más tarde el Decano, mi jefe, vino a mi oficina enfurecido conmigo por haberles dicho esto a los alumnos. Él estaba diciéndome, muy alterado y casi gritando, que era yo quien tenía que cambiar. Tuve que mantenerme firme y explicarle que estos estudiantes no estaban haciendo ningún trabajo, todos los demás estaban haciendo bien sus tareas. Le expliqué que yo les di varias oportunidades de entregar el trabajo pasada la fecha de entrega, me tomé el tiempo para darles una clase por separado y nada. Hubo una falta de interés, o probablemente no estaban tomando en serio el curso. Esta ha sido la primera y más fuerte discusión que he tenido con un supervisor en mi vida.

Debo confesar que la defensa ante mi jefe no fue nada en comparación con la de Martín Lutero cuando se paró firme contra las acusaciones del Papa. Martín Lutero fue llevado a juicio por confrontar los actos malvados de la iglesia y el papado, especialmente la venta de indulgencias. Debido a las protestas de Martín Lutero, los Alemanes ya no estaban apoyando monetariamente el tesoro del Vaticano, así que el Papa estaba decidido a poner fin a este escándalo.

Cuando Martín Lutero estuvo en la presencia de el prestigioso consejo formado por reyes y oficiales del Papa encabezados por el Rey Carlos V, tenía frente a él una mesa llena con todos sus escritos. Su acusador comenzó preguntándole si éstos eran de hecho sus libros. Echando un vistazo a la mesa reconoció que se trataba de sus escritos. A continuación, el acusador preguntó: "¿Va a retractarse de ellos?"

Lutero titubió. El peso y la gravedad del momento descansaban sobre sus hombros. El sabía, muy en el fondo, que su futuro y la vida de otros miles estaban en juego. Con voz tranquila habló en alemán y en latín y pidió tiempo para pensar acerca de esta cuestión pues afectaba su salvación y la Palabra de Dios. El rey le concedió un día para pensar en ello.

No hace falta decir que fue una noche muy larga para el monje alemán, pero durante la noche después de la oración y el consejo de sus amigos más cercanos, Lutero se presentó valientemente frente a la mesa. Esta vez la pregunta se modificó ligeramente: "¿Defenderá todos sus libros o va a retractarse de cualquier parte de ellos?"

En respuesta Lutero dividió sus libros en tres categorías: sus libros acerca de la verdad sencilla del evangelio, sus libros contra la corrupción del papado, y sus libros atacando a sus oponentes. Por último, declaró que no se retractaba de ninguno de ellos.

Entonces, audazmente, Lutero hablando en alemán aconsejó al joven Rey Carlos V (17 años menor que él) que no comenzara su reinado condenando la Palabra de Dios. Le pidieron que repitiera su consejo en Latín, y lo hizo con la misma firmeza. Concluyó añadiendo que si le demostraban con las Escrituras que sus escritos en los libros eran incorrectos, él mismo quemaría los libros.

A continuación, Lutero fue desafiado a dar una respuesta directa, “sin ninguna herramienta” a su alcance, a lo cual él contestó, y lo cito a continuación:
"A menos que sea refutado y condenado por el testimonio de las Escrituras o con razones evidentes, (ya que creo que tanto el Papa como el Consejo evidentemente han errado a menudo y se han contradecido a sí mismos), seguiré firme a la Santa Escritura que ya he citado, y mi conciencia está ligada a la palabra de Dios: no puedo y no me retractaré de cualquier cosa, ya que es inseguro y peligroso hacer cualquier cosa en contra de la conciencia." (Historia de la Iglesia Cristiana, vol. VII, cap. 3, sec. 55)
En este punto su acusador intentó debatir con él acerca en qué aspecto el consejo podía haber errado. Lutero lo hizo callar y terminó su discusión con las famosas palabras:
Aquí estoy, no puedo obrar de otra manera, que Dios me ayude! Amén.
Lutero cambió el curso de la Europa occidental y, probablemente, el curso de la historia humana, parándose firme en la Palabra de Dios por encima de las tradiciones y rituales instituidos por los hombres.

A veces hay que hacer frente a las tradiciones de los hombres y decir: no más, y pedir por un cambio. Pero recuerda, puede haber un alto precio a pagar y tal vez te conduzca a la cruz: así fue para Jesús. En los Evangelios vemos que Jesús, vez tras vez se paró firme frente a los que tenían cierto poder e influencia, exponiendo su hipocresía y maldad. De esta manera captó la atención de la gente a la luz pura del Evangelio, hacia el verdadero poder y la influencia del Reino de Dios.

En el evangelio de Marcos Jesús ha estado estremeciendo el mundo de los hombres religiosos de la época. El domingo entra a la ciudad montado en un pollino y la gente lo recibe con aplausos. Al entrar de esta manera, él está enviando un mensaje muy sutil a todo aquel que conoce las Escrituras, declarando que él entra a Jerusalén como Rey y no como un maestro que viene de alguna parte del mundo. La siguiente mañana creó un alboroto cuando fue al templo y volteó las mesas de los cambistas diciendo: "Mi casa, casa de oración será llamada".

Está de más decir que cuando Jesús se presentó en el templo, el martes, los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos estaban todos en busca de él. ¿Qué iba a decir o hacer Jesús para voltear su mundo al revés? Así que decidieron tomar la ofensiva y confrontar a Jesús antes que dijera algo. Marcos nos relata el encuentro entre estas dos fuerzas espirituales.
[27] Nuevamente entraron en Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por la zona del templo, los principales sacerdotes, los maestros de la ley religiosa y los ancianos se le acercaron.
[28] —¿Con qué autoridad haces todas estas cosas? —le reclamaron—. ¿Quién te dio el derecho de hacerlas?
[29] —Les diré con qué autoridad hago estas cosas si me contestan una pregunta —respondió Jesús—. [30] La autoridad de Juan para bautizar, ¿provenía del cielo o era meramente humana? ¡Contéstenme!
[31] Ellos discutieron el asunto unos con otros: «Si decimos que provenía del cielo, preguntará por qué nosotros no le creímos a Juan. [32] ¿Pero nos atrevemos a decir que era meramente humana?». Pues tenían temor de lo que haría la gente, porque todos creían que Juan era un profeta. [33] Entonces finalmente contestaron:
—No sabemos.
Y Jesús respondió:
—Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.
Pudo ser el lunes por la noche cuando los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos se reunieron para discutir lo que iban a hacer con este Jesús. Había sido una piedra en sus zapatos durante meses. Enviaron emisarios para enfrentarse a Jesús en Galilea pero fue en vano, y ahora los estaba haciendo ver como tontos en su propia corte. No iban a retirarse tranquilamente, por lo que decidieron enfrentarse a él hombre a hombre, en presencia de la gente.

Antes de entrar en los detalles de la confrontación, para ser justos con estos hombres, hay que recordar que estos eran básicamente buenos hombres religiosos. Habían dedicado su juventud a su vocación y llamado de ser representantes de Dios entre los hombres. Los sumos sacerdotes servían día a día a Dios en el templo, ofreciendo un sin número de sacrificios de sangre en el altar. Puede ser que el poder y el prestigio de sus posiciones se les haya subido a la cabeza, y pudieron haberse deslizado un poco de la devoción a su trabajo, sin embargo muy dentro de ellos probablemente querían agradar a Dios y guardar las tradiciones transmitidas a ellos por su padres, y los padres de sus padres. Pero la verdad es que la mayoría de ellos habrían sido buenos líderes cristianos. Tenían buenas costumbres morales. Eran religiosos. Eran hombres de familia. Eran generosos. Sólo estaban tratando de proteger las tradiciones del pasado. Pero, lamentablemente, su corazón ya no estaban en sintonía con Dios: ya no eran capaces de escuchar susurro del Espíritu Santo. En otras palabras, estos eran básicamente buenos hombres, sinceros, pero estaban sinceramente equivocados acerca de Jesús y su misión.

Una vez que lo tenían rodeado su portavoz preguntó: ¿Con qué autoridad haces todas estas cosas? —le reclamaron—. ¿Quién te dio el derecho de hacerlas?

En otras palabras, muéstranos tus credenciales. ¿Quién te dio el derecho de ir a la ciudad como Rey y poner templo de cabeza? ¿Quién te crees que eres? Danos una explicación a nosotros y al pueblo.

Una vez más, Jesús viendo más allá de la pregunta y sus argumentos, y queriendo desesperadamente abrir sus ojos a la verdad; no dio una respuesta directa, si no que les respondió con otra pregunta: Les diré con qué autoridad hago estas cosas si me contestan una pregunta —respondió Jesús—. La autoridad de Juan para bautizar, ¿provenía del cielo o era meramente humana? ¡Contéstenme!

Puedo ver el humo salir de sus narices (como en las caricaturas) mientras el peso de esta pregunta estremece sus almas. El último nombre que querían oír era el nombre de Juan el bautista. Junto con Jesús, este profeta medio loco que predicaba y bautizaba en el desierto, había sido una pesadilla para ellos. Juan el bautista había capturado la imaginación y el corazón del hombre y la mujer común de la calle. Su mensaje de arrepentimiento y cambio de corazón había hecho eco en los que, en el fondo, sabían que no estaban a la altura y que Dios esperaba y quería que vivieran una vida piadosa y transformada. Su bautismo era una señal de iniciación que significaba un nuevo comienzo para miles y miles que fueron bautizados en el Río Jordán, incluyendo a Jesús quien fue bautizado por él. Los religiosos todavía recordaban el aguijón de sus palabras cuando Juan los llamó "generación de víboras" o "serpientes" que tratan de escapar del juicio venidero.

Para responder a la pregunta de Jesús se juntaron en grupito, algo parecido a lo que hace un equipo de deportes cuando están perdiendo y piden tiempo fuera para discutir el cambio de estrategia.

Marcos nos da una idea del conflicto que tuvieron para responder a Jesús. El corazón de la pregunta era, el bautismo de Juan "venía del cielo o del hombre." ¿Había Dios enviado a Juan al mundo como un profeta o era Juan un loco maniaco, orgulloso, que quería captar la atención de las multitudes sólo para al final perder la cabeza a manos del rey? ¿La obra celestial, o la obra de un hombre, había hecho vibrar el corazón y el alma de la gente?

Marcos registra la discusión de los líderes de la siguiente manera: Ellos discutieron el asunto unos con otros: "Si decimos que provenía del cielo, preguntará por qué nosotros no le creímos a Juan. ¿Pero nos atrevemos a decir que era meramente humana?". Pues tenían temor de lo que haría la gente, porque todos creían que Juan era un profeta. 

Pusieron el tema en una balanza. Si decimos que Dios envió a Juan al mundo como profeta, Jesús nos acusará de incredulidad y rebelión contra el cielo. Por otro lado, si decimos que Juan no fue más que un delirante profeta, la gente que confiaba y creía en él se volverá contra nosotros. Marcos recalcó que le "tenían miedo al pueblo." Finalmente llegaron a un acuerdo. Ellos no responderían esa pregunta "capciosa". La respuesta fue: "No sabemos."

¿Cómo habrías reaccionado tu a esa respuesta tan débil? ¿Los habrías puesto en evidencia delante de la multitud? ¿Les habrías llamado "gallinas" y forzado a responder?

Para no bajarse a su nivel, Jesús simplemente dijo: "Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas." Desde mi perspectiva, Jesús magistralmente, ya había revelado el punto. Había puesto un espejo delante de las almas de estos hombres para exponer la verdad de lo que estaban pasando en sus corazones y mentes.

Creo que hay dos enseñanzas de este encuentro. En primer lugar, nunca vamos a tener una respuesta directa del Señor si intentamos acorralarlo o tratamos de forzar su mano. Dios no se revela a sí mismo a los escépticos y personas movidas por el orgullo que piensan que pueden juzgarlo. Demandar o exigir respuestas de parte de Dios como si él nos debiera algo; ese es un camino que no nos conducirá a ninguna parte. Si hacemos esto, solo saldremos de su presencia frustrados y rascándonos la cabeza en asombro cuando él voltee nuestras "mesas". Como nos podemos dar cuenta, no somos tan inteligentes como creemos serlo y Dios es mucho más poderoso y sabio de lo que jamás podríamos imaginar. Jesús no iba a revelar Su gloria a un grupo de expertos que estaban tratando de forzar su mano.

En segundo lugar, cuando Dios nos pone frente al espejo del alma, éste revelará la verdad sobre la condición de nuestra alma y corazón. ¿Qué fue lo que aprendieron ese día los principales sacerdotes, escribas y ancianos? Ellos aprendieron que en realidad no temían a Dios sino más bien temían al pueblo, lo cual es un asunto muy peligroso.

Usted puede preguntar ¿cómo he llegado a esa conclusión? Bueno pues si realmente temían a Dios y sabían en lo profundo de su corazón que tanto Juan como Jesús no eran del cielo pues lo habrían dicho con toda confianza, sin importar lo que otros pudieran pensar, decir o hacer. Si realmente temes a Dios no permites que otras personas te intimiden a vivir o pensar según sus estándares. Te pones de pie seguro, y con confianza dices lo que piensas. O en el peor de los casos, sabían que Juan y Jesús venían de parte de Dios pero su mensaje amenazaba los puestos de poder y privilegio que ellos tenían, en un vano intento de aferrarse a su control, los rechazaron, entonces realmente la oscuridad reinaba en sus almas. Rechazar al Señor para mantener el control es un juego mortal que nunca termina bien. En menos de cuarenta años, el templo y sus lugares de poder no fueron más que un montón de ruinas, mientras que el Reino de Dios predicado por Jesús y sus seguidores, literalmente, puso al mundo de cabeza y cambió el curso de la historia humana hasta nuestros días.

La tercer y dura lección que aprendieron fue que el miedo los controlaba; el miedo de la gente; el miedo a perder el control. El miedo mata el alma y conduce a malas decisiones. Temer al hombre es una maldición para el alma. Jesús busca personas que teman a Dios, no a la gente.

El escritor de Proverbios dio en el clavo cuando escribió:
[25] Temer a la gente es una trampa peligrosa, pero confiar en el Señor significa seguridad. (Proverbios 29:25 NTV)
Jesús sabe que temer a Dios y no al hombre es la escencia de la vida. Todo se reduce a confiar en lo celestial y no en lo terrenal. Temer a Dios requiere entregarnos por completo en manos de él y no en las manos de la multitud o de nuestras pasiones.

Pete Briscoe nació en Inglaterra cuando sus padres Stuart y Jill Briscoe estaban sirviendo al Señor en el Reino Unido. Cuando era un niño se mudó con sus padres a Milwaukee porque su padre se convirtió en el pastor de la Iglesia Elmbrook, que hoy es una de las iglesias más grandes y más influyentes en el Medio Oeste. Su padre Stuart predica con un acento Inglés y es uno de los pastores más conocidos en el mundo. Hasta este día, viaja alrededor del país predicando y enseñando.

Viviendo bajo la sombra de su famoso padre, Pete determinó que iba a hacer de sí mismo una persona muy especial. Cuando era un niño se le preguntó qué quería ser cuando fuera grande, a lo que respondió "bombero" o "policía", pero alrededor de los diez años de edad cambió su respuesta a: quiero ser "el mejor". Confundidos con su respuesta le volvían a preguntar: "¿el mejor en qué? "Y él simplemente contestaba "el mejor" en lo que sea que quiera hacer.

Siendo un joven adulto decidió entrar al ministerio como su padre y se fue a la Universidad de Bethel y luego al Seminario Evangélico Trinidad a las afueras de Chicago. Después, siendo un hombre relativamente joven, y probablemente en parte debido a la fama de su padre, fue llamado como pastor a la Bent Tree Bible Fellowship en el norte de Dallas. Los pastores de su alrededor incluían Jack Graham de la Iglesia Bautista Prestonwood y Chuck Swindoll. Al parecer, su pasión para ser el mejor realmente había dado su fruto. Hasta que un día recibió una propaganda de una conferencia para jóvenes que se llevaría a cabo en pocos días. Mientras hojeaba el folleto reconoció los rostros de algunos de sus compañeros y se puso celoso y enojado. Pensó para sí mismo ¿por qué a ellos sí los invitaron a predicar y a mi no? Toda la tarde estuvo pensando en sus celos, por lo que al llegar a casa arrojó toda su frustración sobre su esposa por no haber sido invitado a predicar.

Su esposa escuchó en silencio, pero podía oír el peligro en las palabras de su marido. Ella se dio cuenta de cómo los celos y el orgullo habían capturado el corazón de su esposo. Así que con amor, y firmeza, ella lo confrontó a diciendo: "Creo que tienes un problema de orgullo. Creo que esto es más acerca de ti que de Jesús y yo creo que es algo que debes detenerte a pensar muy bien".

Pete admitió que esto le calló como una tonelada de ladrillos. Fue como una bofetada en la cara. Dolió. Al principio estaba enojado con ella por juzgarlo y no ponerse de su lado, y por no estar de acuerdo con él en este terrible desaire. Pero pronto se dio cuenta de que tenía razón. En su búsqueda de ser el mejor, estaba sirviendo a Dios por las razones equivocadas. No se trataba de Jesús, se trataba de Pete.

¿Podría ser que esto era también lo que estaba pasando en las vidas de los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos? ¿Era todo acerca de ellos? ¿Era todo sobre el orgullo y el control?

En esta hora oscura Pete reveló cómo el Espíritu Santo habló a su corazón diciendo: "¿Soy suficiente, sólo yo, soy suficiente para ti? ¿Si nunca te invitan a predicar de nuevo, vas a estar bien? De hecho, ¿si nunca vuelves a predicar de nuevo va a estar bien con eso? "

Al principio Pete, para ser honesto consigo mismo, habría dicho que "no", pero pronto se dio cuenta hacia dónde lo estaba llevando Jesús, a un lugar de quebrantamiento, a un lugar de entrega, a un lugar de humildad. Por último, susurró una oración diciendo: "Si nunca vuelvo a predicar de nuevo, realmente eres suficiente para mí". Al final, Pete se dio cuenta que en realidad sólo hay una persona que es "el mejor" y no es quien usted y yo pensamos; no es usted o yo; es Jesús.

Ese martes en la Corte del Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos tenían que volver a casa con una lucha en sus corazones. ¿Iban a confiar en Dios? ¿Iban a reconocer a Jesús como Señor o iban a seguir luchando contra el cielo?

¿Cómo se encuentra usted hoy? ¿Está dispuesto a humillarse delante de Jehová? ¿Está dispuesto a venir a él en sus términos y no los suyos propios? ¿Teme a Dios más que a la gente?

Jesús le invita a venir hoy a él con humildad y quebrantamiento, y Él le transformará de adentro hacia afuera. Recuerde que Jesús descendió del cielo para hacer que el cielo cobre vida en su corazón.

La decisión es suya.