sábado, 12 de noviembre de 2011

Generosidad con Acción de Gracias // 2 Corintios 8:1-7

Si usted y yo creemos que hemos sido creados a la imagen de Dios, entonces, ¿no cree usted que él probablemente halla implantado esa característica en nosotros? Puede ser que sí, aunque la tengamos ahí escondida. Piense en esto: si Dios está constantemente transformando nuestras vidas, ¿no  seria justo considerar la generosidad como parte de esas cosas que deseamos transformar para bien?

Es verdaderamente alarmante que solo el 5% de las personas que dicen ser seguidores de Jesús practican aquello que la Biblia llama “diezmo”? El diezmo, de acuerdo al antiguo testamento, consiste en devolverle a Dios una décima parte de lo que Él nos ha dado. Si entonces decimos que somos verdaderos adoradores de Dios, deberíamos tener muy en cuenta la generosidad como parte de nuestra vida Cristiana.

La cuestión es que en algunas iglesias solo se nos alienta y motiva a dar generosamente, olvidando que hay algo que tiene que pasar antes de poder empezar a ser generosos. La historia de hoy nos ayudará a entender esto. Leamos lo que el apóstol Pablo escribió a los cristianos de Corinto, entendiendo que dada la situación de la ciudad en ese período de tiempo, existe una alta probabilidad de que estos cristianos fueran ricos, exitosos, o vivieran en opulencia. Pablo escribe desde Jerusalén en tiempos de persecución, en tiempos de dolor y necesidad entre los Cristianos perseguidos, y él está pidiendo ayuda. Por alguna razón que no vamos a discutir aquí, los Corintios consideraban a los Macedonios como bárbaros, sin embargo, Pablo escribe esta carta a los Corintios y les cuenta  una historia acerca de los Macedonios.

[1] Ahora, hermanos, queremos que se enteren de la gracia que Dios ha dado a las iglesias de Macedonia. [2] En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad. [3] Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aún más de lo que podían, [4] rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos. [5] Incluso hicieron más de lo que esperábamos, ya que se entregaron a sí mismos, primeramente al Señor y después a nosotros, conforme a la voluntad de Dios. [6] De modo que rogamos a Tito que llevara a feliz término esta obra de gracia entre ustedes, puesto que ya la había comenzado. [7] Pero ustedes, así como sobresalen en todo -en fe, en palabras, en conocimiento, en dedicación y en su amor hacia nosotros-, procuren también sobresalir en esta gracia de dar. 2 Corintios 8:1-7 (NVI).

En el verso [2] podemos ver claramente el ambiente donde se desarrolla la generosidad de los macedonios: a) en medio de gran crisis personal, se desborda de alegría; b) en condiciones de pobreza extrema, son ricos en su generosidad. Como dice el verso [1], esto sólo es posible por la gracia transformadora de Dios. La gracia de Dios transformo a los macedonios de manera que fueron diferentes a los demás.

Lamentablemente, todos nosotros nacemos siendo egoístas, desde los primeros días de nuestra vida hemos sabido llorar y gritar para llamar a la atención de la gente que necesitábamos. Se supone que con el tiempo deberíamos crecer y superar eso, pero la verdad es que muchos todavía estamos así, y sólo la gracia de Dios puede transformar nuestros corazones para que podamos, por fin, empezar a preocuparnos también por los demás.

En el versículo [5], encontramos que ellos mismos se dieron primeramente al Señor. Y esta es la clave: el primer regalo de un corazón generoso es cuando nos regalamos al Señor, es hasta entonces que la verdadera generosidad empieza. Cuando verdaderamente nos entregamos a Jesús, todo parece volverse secundario. Una vez que las vidas de aquellos macedonios estaban en las manos de Dios, una vez que todo lo que tenían estaba en las manos del Señor, entonces empezaron a hacer lo que Dios quería que hicieran. Si alguien trataba de impedir que ellos dieran generosamente, ellos se sentían ofendidos. Incluso en el versículo [4], vemos que prácticamente ellos tuvieron que rogarles para que les recibieran su ofrenda. Pablo y sus compañeros probablemente dijeron a los macedonios "a ver, momento, se supone que nosotros somos los que les deberíamos de dar una ofrenda a ustedes!", sin embargo ellos les rogaron "por favor, permítanos ayudarles".

A la luz del verso [2] y del hecho de que se entregaron al Señor, la ecuación cambió por completo, las matemáticas cambiaron. Ellos sabían que estaban a salvo en manos del Señor. No como algunos de nosotros que pensamos que podemos salir adelante y mantenernos o depender de algunas pertenencias, títulos, negocios, o ahorros que tenemos por ahí guardados. Y es que no podemos entender cómo una persona en situación de pobreza extrema puede ser generosa, pero Pablo de hecho nos dice exactamente cómo ocurre: ellos dieron todo lo que pudieron, e incluso más allá de su capacidad.

Sacrificio, es la única forma en que podemos hacerlo. Si vamos a ser generosos, tenemos que hacer un sacrificio. Pensemos en lo siguiente: ¿cuándo fue la última vez que hicimos un sacrificio personal sólo con tal de ser generosos? En parte, ser generosos consiste en tomar algunas decisiones en nuestra vida.

Debemos entregarnos a Dios en primer lugar. Tiene que ser siempre en ese orden; se inicia con el corazón, y todas las piezas del rompecabezas empiezan a caer en los lugares correctos. Es tiempo que demos nuestras vidas a Jesús.

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